Wednesday, July 16, 2014





Quienes hemos leído sobre la vida de Kafka conocemos de cómo la escritura fue para él refugio y luz, salvavidas y bálsamo. La escritura le sirvió para trascender las trivialidades de su vida, para encontrar entre escombros y cenizas cierta redención personal y hasta existencial. No fue en vano que este célebre autor escribiera lo siguiente:

“En la escritura y solo en ella se alcanza la verdad de la vida.”

En relación a este concepto, pensemos en lo siguiente: Dios, de acuerdo al texto judío, decidió acercarse al hombre y develar un poco el misterio de la divinidad mediante el texto escrito, para ello inspiró en algunos hombres judíos, la escritura de la Biblia, libro cuya influencia en la historia no cesa ni ha de cesar. Relacionado a esa escritura sagrada el propio Jesús dijo: “Escudriñad las escrituras porque en ellas ustedes pueden llegar a tener vida.”

 Algo parecido escribió la joven poeta Española Raquel Lanseros, en uno de sus poemas:  “La verdad no está en nadie, pero acaso las palabras pudieran engendrarlas”. Y no hay género más cercano a la esencia de la vida que las historias, los relatos, la narración de hechos reales o imaginarios. El maestro de Nazaret, aquel humilde Jesucristo, a quien los cristianos identifican como enviado de Dios, decidió enseñar las verdades que traía para revelar al hombre, con el uso de historias y parábolas sencillas. Si le atribuimos su origen divino, y si consideramos la influencia que sus enseñanzas han tenido a lo largo de tantas y tantas sociedades, podemos inferir, en efecto, que hay cierto poder y magia en los cuentos. En ellos puede condensarse la verdad de la vida.

Si lo leen, (y mejor aun si lo releen) este libro de cuentos le deparará enormes placeres. Es un libro de cuentos para lectores valientes, para lectores atentos y lúcidos, para quienes la escritura no es solo grafía, signos muertos, puntos y comas en carretera de frivolidades, donde desfilen palabras bonitas y rimbombantes. No. Es un libro de cuentos admirable el que nos presenta la autora, admirable desde el punto de vista literario, por supuesto, y por varias razones de peso.   Si Ustedes me lo permiten, les hablaré brevemente de algunas.

Cuentos que se nutren de lo conocido y lo familiar y nos enfrentan al sentido cósmico de la vida y a la orfandad y el desarraigo humanos. 

Ya Horacio en aquella Epístola a los Pisones aconsejaba al escritor y a los poetas, a recrear sus obras con material conocido. Estos cuentos se alejan de lo insólito y lo imposible, se alejan de las ideas asombrosas, las epifanías, las quimeras, y se basa en esta vida cotidiana, que a muchos le pareciera aburrida. Estos cuentos trascienden esa marca, de lo posible se construye lo imposible, de lo trivial emerge lo significativo. Para hacer esto realidad, la autora hecha mano de una variedad de personajes, todos enmarcados en un drama existencial que los empuja a la tragedia, al sinsentido y a la inercia. Los personajes se mueven en medio de situaciones y escenarios conocidos. Eso sí…situaciones límite, de cara a la aproximación de un desenlace funesto y desagradable. La vida es real, tan real como estos personajes de Kianny, y esos personajes son quienes hacen la historia. En tal sentido, vemos pocas descripciones en este libro. Su autora se ha despojado del ego para escribirlo. Afuera las palabritas domingueras, el deseo irresistible de muchos jóvenes escritores a revelar en el texto cuan diestro son con las palabras, cuan rebuscado puede ser el lenguaje e inútil a la vez, y cuan efectivos son esos escritores para perder al lector en una maraña de adjetivaciones inútiles y piruetas verbales de poca monta. El referente mas conocido por los caribeños en relación a esa disciplina al escribir, lo es Juan Bosch.   Mesura, control del pulso narrativo, el no dejarse seducir por las palabras, sino que ellas sean las seducidas por el autor. En estos cuentos, nosotros, los lectores, podemos salir ganando de ese buen arreglo, o para decirlo en buen dominicano, nosotros los lectores nos sentimos capaces de “poner vela en ese entierro.” 

Sentido de Pérdida.
Por supuesto, la realidad es la realidad, los personajes cuentan su gracia y desgracia, sus torpezas y sus cavilaciones, sus diálogos y monólogos, y esto determina el total correr de las historias. Por allí desfilan neuróticos y bipolares, canallas, asesinos, atormentados, los hijos de Machepa, los desarraigados, los inmorales, los desahuciados, los padres irresponsables, la oveja negra de la familia, los desengañados bebiendo de la copa rota, los ladrones, los desprestigiados, los engatusadores. Kianny entiende, como sabe todo buen escritor, que la esencia de la buena literatura no se halla “en la comprobación de hipotéticas verdades, sino en su capacidad de interrogar, de alumbrar el misterio con su particular manera de indagarlo, de eludir los caminos convencionales del conocer y de dirigir al lector hacia “una zona de entendimiento”.(1)

Este concepto nos acerca a otra cualidad positiva en estos cuentos.

Herejía didáctica.

Un termino que utiliza primero Edgar Allan Poe, para referirse a la obra literaria despojada de moralizaciones, alejada del púlpito y la cátedra. Kianny no juzga a sus personajes, no los condena, ni los minimiza, aun cuando haga continuo uso del humor negro, y de la sátira, lo hace de forma controlada, sin pasarles la cuenta y sin ridiculizar.

Dar palabra al dolor.

El común denominador de los personajes es: Ese sentido de pérdida en cada uno de ellos, el dolor que se disimula, la tragedia oculta manifestándose en todo cuanto estos personajes dicen, piensan y hasta cuando callan. Bien lo dijo Shakespere, en Mcbeth: “Dad palabras al dolor. La desgracia que no se habla, murmura en el corazón hasta que lo quiebra.”
 Además, alguien dijo por ahí, que “el masoquismo no es una virtud, sino una deficiencia sexual’, en el caso de los personajes de Kianny, no hay masoquismo, el dolor es la herida de la vida, la herida existencial que reciben sin saber cómo y donde. Nadie se queja por ello, todos llevan su carga existencial y social, todos hacen decisiones y de cada decisión surgen consecuencias ineludibles.

Jaime Sabines, parece especificar el logro de Kianny, al pincelar los personajes de  este libro de cuentos, en la estrofa de un poema:

“He aquí la verdad: hacer las máscaras,
recitar las voces, elaborar los sueños,
Ponerse el rostro del enamorado,
la cara del que sufre,
la faz del que sonríe,
el día lunes, y el martes, y el mes de marzo
y el año de la solidaridad humana,,
y comer a las horas lo mejor que se pueda,
y dormir y ayuntar,
y seguirse entrenando ocultamente para el evento final
del que no habrá testigos.”

Recuerdan lo que dijo Kafka?   “En la escritura y solo en ella se alcanza la verdad de la vida.” Así pues, la invitación está hecha. Les convido a disfrutar de estos cuentos, al leerlos quizás logren descubrir como yo, que la buena literatura nos permite alcanzar la verdad de la vida, en todas sus contradicciones, misterios, paradojas, dolores, para dirigirnos a una zona de entendimiento. Encontrarnos con este paradigma, constituye la más dulce de las recompensas para cualquier lector.

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